lunes, 30 de marzo de 2009

Some sort of uneasiness




Es muy extraño cuando lo único que siente uno es pereza. Pereza de ir a clase de japonés, por supuesto, solo después del probado fracaso de mis esfuerzos, porque, ¿qué aburre más que no obtener lo que uno quiere?, pereza de llevar tanto tiempo haciendo lo mismo, que me encanta, pero que sigue siendo lo mismo y que el que me aburra solo puede adjudicarse a la inconstancia, que domina todos los aspectos de mi vida. Pereza al hecho de llevar veinte años de mi vida viviendo en la misma ciudad cuando el mundo es tan grande y mi tiempo tan limitado, pereza de esa idea que me sigue rondando la cabeza de que cualquier otro trabajo, cualquier otra actividad sería lo mismo, pero al menos sería un cambio, pereza de sentirme obligada a muchas cosas y mal cuando no las hago, pereza que ponga lo urgente antes que lo importante y que no esté leyendo cuando quiero leer, sino siendo ciudadano de esos que aportan, a la mierda con todo lo que uno tiene que hacer, con la sensación de estar desperdiciando algo, además del tiempo, y no saber que es, con esa especie de cansancio sordo que funciona siempre en el fondo, como una banda sonora, al cuerno con esa necesidad de ser mejor, de tratar, todo el tiempo, de buscar siempre tener un poco de sabiduría, y algo que hacer con ella, a todos los sueños y deseos que uno no parece saber como llevar a cabo sin crear muchos conflictos… a la idea de que lo que quiero no es para mi , a la falta de coincidencias necesarias, a la falta de aire, de tiempo, de ojos que miran para otra parte ,o desde otra parte, o más arriba, o más claro. A la necesidad de un propósito y a la falta de verdades absolutas, a la música que no puedo escuchar o que no puedo interpretar, todo lo que no soy y lo que me da miedo intentar, que se pudra todo, que pase alguno de esos sueños en los que las plantas mutantes nos quieren devorar, que se sepa que soy una mentirosa, que no hablo sino mierda y que tengo tantas caras como personas conozco, ¿a quién le importa? Por los siguientes 60 minutos, que todo no sea y ya después, que me aplaste o lo que sea, pero por un ratico, necesito poner el cerebro encima de la nevera y sentarme a reírme de nada.

sábado, 21 de marzo de 2009

La historia del conejo abuelo


Hijitos mios: les contaré una historia para que vean cuan importante es el mantener siempre sus ojitos brillantes y hermosos, para que puedan expresar muchísima ternura.
Una vez, cuando era joven y vigoroso, salí a trotar por los campos de coles en donde pensaba disfrutar de un sabroso desayuno alfresco, y no me di cuenta de que todo estaba cubierto de trampas hasta que ya era demasiado tarde... fui capturado por ese despreciable granjero, quien me llevó al mercado del pueblo. Un hombre con ropas excéntricas me compró, y me puso a trabajar día y noche, sin mostrar misericordia más que en aquellos momentos en que le miraba con ojos tiernos. Era horrible!!! sabía que tenía que hallar la manera de escapar, así que comencé a elaborar un plan libre de fallos, el cual llevaría a cabo en uno de sus espectáculos de engaños. así pues, en la siguiente presentación y sin que él se diera cuenta, logré cambiar la daga falsa por la real, y cuando el mismo se dio la puñalada que le destruyó en frente de todo su público, los chillidos de jubilosa victoria que proferí mientras bailaba sobre su cuerpo cada vez mas cubierto de sangre, llamaron la atención de las ahora horrorizadas miradas de los espectadores, así que rápidamente me mostré tierno e indefenso, y todos asumieron que mis gritos habían sido de angustia y no de triunfo, de modo que cuando dejaron de prestarme atención para encargarse del mago, corrí como nunca y logré regresar a casa.
es por esto, mis queridos conejitos, que si algún día planean acompañarme en la conquista del mundo, tendrán que afilar su ternura, pues es nuestra arma más infalible para destruir a esos crédulos imbéciles.