martes, 20 de octubre de 2009

El juego II



El joven caminó calle abajo, echando al aire maldiciones ruidosas. ¿cómo es que había dejado que se le acabaran los fósforos? Nada peor que tener suficiente marihuana como para aceptar que era el peor de los jugadores, y no poder fumársela. El día que entró al juego, estaba demasiado borracho y drogado para recordar quién había sido esa chica estúpida que lo metió en ese enredo. Se suponía que en el juego todo era posible, pero el nunca había querido involucrarse demasiado, siempre había represalias para aquellos que abusaban del poder, ya fuera porque hacían algo contra las reglas mismas del juego, o porque llegaran a meterse con los planes de juego de otros... ¿todo es posible? ja! entonces ¿cómo es que no tengo fuego?

El joven undió sus manos en los bolsillos de la chaqueta, y comenzó a caminar más deprisa, el frío amenazaba a tormenta y el todavía no tenía donde pasar la noche.

A lo lejos vió a un hombre de abrigo pesado y costoso que doblaba la esquina y se acercaba lentamente. ¡Está fumando! pensó. Se encaminó hacia él entusiasmo, el hombre no había notado su presencia, iba cabizbajo, parecía que su mente se encontrara muy lejos de allí, si no supiera que era imposible, diría que aquel hombre no se encontraba en el juego en ese momento.


al final de la calle se escuchó un chillido de llantas forzadas, un carro negro y lujoso dobló la esquina a toda velocidad, y se detuvo precipitadamente entre los dos hombres, que se apartaban sobresaltados. Una de las puertas traseras del carro se abrió de golpe y una pesada bolsa negra de casi dos metros de largo cayó a la calle con un golpe sordo.

Antes de que ninguno de los dos pudiera siquiera reaccionar, la puerta se cerro y en segundos el carro se perdió de vista.


ambos hombres se miraron, con la sorpresa inundando todavía sus rostros, luego ambos miraron la bolsa. Una sirena se escuchaba ya a lo lejos, los rastreadores no tardarían en llegar.

Cuento viejo

Este es un cuentito que escribí hace bastante tiempo y recordé hace poco.




El Nacimiento
La humedad de la cueva le dificultaba la respiración. No recordaba como había llegado a aquel lugar, ni si realmente había existido antes de despertar allí, sentía que su cabeza flotaba y se mecía como una barca a la deriva; intentó incorporarse, pero un golpe en la cabeza contra un techo de roca sólida le hizo perder de nuevo el equilibrio. La oscuridad del lugar era impenetrable y la desesperación comenzó a apoderarse de ella: ¿cómo era posible que reconociera las características del lugar como una posible cueva , pero no pudiera recordar quién era? Las ideas se agolpaban en su mente de manera desordenada, tenía la boca seca y un vago pero constante dolor en la boca del estomago le decía que llevaba demasiado tiempo sin comer. De repente, la idea de morir de hambre, asfixia o deshidratación en aquella sucia cueva se formo en su cabeza, más clara que cualquier otra desde el momento en que despertó. Comenzó a arrastrarse, tanteando el suelo delante de ella, sin atreverse a levantar demasiado la cabeza. Al cabo de un rato comenzó a escuchar un rumor de agua, en algún lugar cerca de ella había un río subterráneo. Aumentó su velocidad hasta el punto que sus piernas y manos, heridas por la fricción contra la roca, se lo permitieron y pronto sintió una leve corriente de viento y un cambio en la temperatura, había llegado hasta una zona de la cueva que era notoriamente más amplia. Levantó la mano para corroborar sus suposiciones y tras hacerlo, comenzó a incorporarse lentamente. Luego de mover los brazos en todas direcciones avanzando unos cuantos pasos cautelosos, decidió continuar su búsqueda del río caminando. Siguió el sonido del río, importándole cada vez menos los pequeños tropiezos que tenía a lo largo del trayecto. Luego de unos diez minutos de camino, sintió que de repente el suelo desaparecía a sus pies. La sorpresa no le permitió más que emitir un grito ahogado, la sensación de vacío se apoderaba de ella mientras caía hacia la gran nada. Cuando su cuerpo hizo contacto con el río y el agua la rodeó por completo, su instinto de supervivencia la hizo volver en si e intentar llegar a la superficie, pero el gran caudal del río era mas fuerte y rápido de lo que esperaba, y justo en el momento en que lograba tomar un pequeño respiro, la obligaba a sumergirse nuevamente. Luego de unos momentos de desesperada lucha contra la corriente, el río aumento en violencia hasta que ya no pudo oponer más resistencia, y se vio arrastrada por el caudal en un estado de semi-inconsciencia. El río dio un giro brusco en el que se golpeó la cabeza contra una roca, pero ella no sintió dolor. Al instante el río comenzó a ensancharse y a perder profundidad ; cuando pudo sacar la cabeza completamente del agua, logró reunir fuerzas para sentarse, y al momento una tos convulsiva le hizo expulsar el agua de sus pulmones. Se arrastró con gran esfuerzo hasta una orilla del rió y se quedo allí boca abajo, incapaz de moverse. De repente se dio cuenta de que la oscuridad impenetrable había desaparecido, dejando paso a una tenue luz naranja que iluminaba su nueva ubicación, poco a poco logró arrodillarse y mirar a su alrededor, para buscar la fuente de luz y al volverse, se encontró de cara con la zona mas iluminada de la cueva; era una esquina en la que había una gran roca de un color extrañamente azulado, rodeada por toda clase de plantas que se adherían fuertemente al piso y las paredes de la cueva, el musgo cubría gran parte de la zona iluminada sobre la cual había un agujero de cerca de dos metros cuadrados, por el que se podía distinguir un cielo entre grises, naranjas y rosas, que rebelaban un lento amanecer. Notó que algo tibio le bajaba por la sien, e iba perdiendo calor mientras bajaba por el lado izquierdo de su cuerpo. No le prestó mucha atención, no podía apartar la mirada de la pequeña esquina iluminada ni de su piedra azulada, tenía la sensación de que algo estaba a punto de pasar justo allí. La luz se intensificaba lentamente, y la piedra brillaba cada vez más, tornándose progresivamente translúcida, al momento descubrió que había algo en el centro de la roca, y que además este algo comenzaba a revolverse dentro de la piedra, como si esta fuera su cama y el sol le acabara de despertar. Sin saber por que, comenzó a respirar aceleradamente, mientras la pequeña criatura, que hacía ahora violentos movimientos para liberarse de la roca, comenzaba a resquebrajar la superficie de ésta, se sentía enormemente sobrecogida, y una sensación extraña comenzó a crecerle en el pecho. Lentamente, la criatura logró hacer un agujero en la roca, y con movimientos torpes salio de ella; no medía mas de un palmo de altura, pero su delicada y enormemente bella figura, que contrastaba bastante con su alrededor rustico, la hacían parecer una magnífica estatua de cristal azulado. Sus enormes y brillante ojos como zafiros pulidos se volvieron hacia ella, llenándola de una súbita alegría, que se entremezclaba con un gran temor y una excitación desordenados, las lágrimas rodaban por sus mejillas, su belleza era tan grande que le dolía el verla y no saber que hacer, o como alabarla. De repente comenzó a sentirse mareada y creyendo que era a causa del deslumbramiento producido por la hermosa criatura, con gran esfuerzo aparto los ojos de ella e inclinó la cabeza, entonces vio como rápidas gotas de sangre caían sobre el suelo. Al momento, la criatura, repentinamente grácil en sus movimientos se acerco a ella. Sin poder evitar levantar la vista, se encontró de nuevo con los sobrecogedores ojos como zafiros de la criatura, entonces sus emociones se calmaron repentinamente, y una paz profunda se apoderó de ella, su respiración comenzó a perder velocidad hasta desaparecer completamente. Lo ultimo que vio fueron los enormes ojos que parecían expresar una enorme congoja, pero al tiempo una infinita calma, luego su vista se nublo por completo.

domingo, 18 de octubre de 2009

El juego I








Caminó con pasos cortos y rápidos, tratando de no llamar la atención. Respirar se le hacía cada vez más difícil, y apenas podía ver más allá de la pequeña nube de vapor que producían sus jadeos al hacer contacto con la gélida noche, que se cerraba pesadamente a su alrededor. ¿era invierno? en este lugar todo era tan engañoso...



Al final de la calle, una sombra oscura encendió un cigarrillo, ella dejó escapar un suspiro de alivio. finalmente se desharía de los temores que la agobiaban desde el instante en que decidió unirse a semejante juego retorcido.



El hombre, que la veía acercarse agitadamente, esperó con paciencia bajo el cobijo del puente, tratando de mantenerse seco. Sabía que esa mujer se había arrepentido de entrar al juego antes de que su primera semana terminara, era un juego difícil, y no todos podían dominarlo como él podía; no todos tenían el control necesario para manejar tal poder sobre las posibilidades, tal cantidad de verdad tan ingeniosamente decorada. Pero era su juego, al fin de cuentas, solo de él sería imperdonable una debilidad de tal naturaleza.



La mujer lo alcanzó finalmente, no había cambiado nada desde el día en que la invitó a jugar. Para él, al igual que ella, su tiempo se había detenido dentro del juego en el momento en que participó por primera vez; todo había sido tan intrigante, tan tentador... ¿Quién podría haberse negado a sus ofertas? que tontería había sido imaginar que las cosas serían mejores de ese modo.



La mujer levanto una mano, cuyo guante de tafetán azul no lograba cubrir completamente las manchas verdes que se extendían por gran parte su piel, ofreciéndole una tarjeta delgada de cristal grabado, mientras él le dedicaba una mirada de lástima y preocupación mal disimulada.



En el instante en que la tarjeta dejó los dedos temblorosos de la mujer, esta comenzó a estremecerse de pies a cabeza, y tras una mirada aterrorizada, desapareció del juego para siempre.