domingo, 18 de octubre de 2009

El juego I








Caminó con pasos cortos y rápidos, tratando de no llamar la atención. Respirar se le hacía cada vez más difícil, y apenas podía ver más allá de la pequeña nube de vapor que producían sus jadeos al hacer contacto con la gélida noche, que se cerraba pesadamente a su alrededor. ¿era invierno? en este lugar todo era tan engañoso...



Al final de la calle, una sombra oscura encendió un cigarrillo, ella dejó escapar un suspiro de alivio. finalmente se desharía de los temores que la agobiaban desde el instante en que decidió unirse a semejante juego retorcido.



El hombre, que la veía acercarse agitadamente, esperó con paciencia bajo el cobijo del puente, tratando de mantenerse seco. Sabía que esa mujer se había arrepentido de entrar al juego antes de que su primera semana terminara, era un juego difícil, y no todos podían dominarlo como él podía; no todos tenían el control necesario para manejar tal poder sobre las posibilidades, tal cantidad de verdad tan ingeniosamente decorada. Pero era su juego, al fin de cuentas, solo de él sería imperdonable una debilidad de tal naturaleza.



La mujer lo alcanzó finalmente, no había cambiado nada desde el día en que la invitó a jugar. Para él, al igual que ella, su tiempo se había detenido dentro del juego en el momento en que participó por primera vez; todo había sido tan intrigante, tan tentador... ¿Quién podría haberse negado a sus ofertas? que tontería había sido imaginar que las cosas serían mejores de ese modo.



La mujer levanto una mano, cuyo guante de tafetán azul no lograba cubrir completamente las manchas verdes que se extendían por gran parte su piel, ofreciéndole una tarjeta delgada de cristal grabado, mientras él le dedicaba una mirada de lástima y preocupación mal disimulada.



En el instante en que la tarjeta dejó los dedos temblorosos de la mujer, esta comenzó a estremecerse de pies a cabeza, y tras una mirada aterrorizada, desapareció del juego para siempre.

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