Pero la vida siempre encuentra maneras elegantes de contradecirnos y justo en el momento en que se levantaba para irse, una mano blanca le detuvo, tirándole de la camisa, como cuando eran niños y se acercaban a los callejones oscuros. Ya era demasiado tarde, no podía negarse, incluso la sensación de ser arrastrado contra su voluntad a una situación peligrosa parecía estar perdiendo importancia, después de todo, no les unía siempre la posibilidad de desastre?
Era extraño que, después de tanto tiempo de intentos velados y sin convicción, se encontrara ahora acorralado por emociones más fuertes que cualquier expectativa. El peso de lo inevitable se cerró al fin sobre su cabeza, como un cielo tormentoso y amenazador.
Alzó la mano y apartó lentamente un mechón de pelo que le rozaba los labios, alargando el momento antes de que todo cambiara irrevocablemente. Había olvidado lo mucho que deseaba esos labios, y verlos temblar sutilmente al roce de sus dedos amenazaba con destruir el poco autocontrol que le quedaba.
Se inclinó hacia ella y se detuvo, sus labios casi tocándose, saboreó la anticipación que ponía sus sentidos en alerta absoluta y cuando ya no podía más, se dejó caer, sus labios se encontraron, primero dulce, lentamente, un cosquilleo recorriéndole la espalda. Luego, las llamas lo devoraron todo, la conciencia, la voluntad... finalmente reducido a respiraciones mezcladas, entrecortadas, un latido rítmico, un pulso, una pequeña sinfonía universal.
lunes, 9 de abril de 2012
Scatterbrained
How can I explain this...? Todo es parte de mí, pero solo ves pedacitos, esquinas. Como puedo escribirlo sin que se vea tan vacío, sin que falte tanto en mis palabras.... lo que pienso, lo que es pasa por mi cuerpo, es como luz, luz con todos los colores adentro... pero luego, cuando sale de mi boca, de mis dedos, de mis ojos... ya pasó por el prisma, ya es azul o rojo, o verde. Ahora leo mis palabras y me veo en una cama, junto a una ventana, una cortina blanca se mueve con el viento mientras la luz del sol se apoya en todas las superficies que alcanza. Estoy ahí, leyendo mis palabras pero no son mis palabras entonces, no en esa variante de mí, no cuando soy la que se sienta en la cama a leer junto a la ventana con el viento y el sol. No, en esta leo "me lavo la cara, ahora siempre me lavo la cara, es un ejercicio que parece lavar capas de basura mental, lava el lodo de mis ideas y pienso que lavar mi rostro o dormir, o comer o trabajar o besar o tocar a alguien... son iguales, son movimientos todos son ejecuciones. Pero ¿Son mías? ¿Por qué ocupa mi cerebro las pieles que toco más que los pasos que he dado? Son acciones, igual que el agua en mi rostro, entre mis dedos, en el lavamanos-no me dejes olvidarlo, no me dejes olvidarlo-. Cierro la canilla y abro mis ojos para mirarme en el espejo, pero el espejo está en el corredor, así que no veo nada, solo la pared, un clavo, sigo solo detrás de mis ojos" leo esto como alguien que no se lava la cara para limpiarse las ideas, tal vez leo esto como la esposa de alguien, en otro país, una mañana en un verano, esperando que llegue a casa. Now, these words are in a small white rectangle over a garden made of squares, with bushes on top, in the surface of a screen. In a fraction of a second, la imagen cambia, es un segundo en el cerebro de alguien más, alguien que se pregunta "será una fotografía en el fondo del escritorio? tal vez hay una casa blanca de puerta café, un pequeño jardín, rosas, una reja, unas sillas, manos en la hierba, una tía abuela, joven, recostada contra una camioneta vieja, y un filtro amarillento sobre todo, la luz de las fotografías viejas" entonces, esta imagen desaparece, y no regresa. Entonces nada se ve de mí, solo las letras que puse en el papel virtual, puntos de luz, pixeles, soy eso? soy los pixeles en la pantalla? o soy tal vez los dedos en el teclado? el cuerpo en la silla, la planta del pie en el suelo? soy mi rostro en la cabeza e alguien?, soy el recuerdo en la de los que me conocen? la voz en el aire? la historia en mi cabeza que no he vivido más que ahí? que nadie conoce? nadie. Pero la he vivido, esa historia es parte de la persona que ven otros, ¿Por qué no lo ven? ¿Por qué no se nota todas las personas que he sido? ¿Por qué solo partes?.... esto está incompleto... incompleto...
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martes, 27 de marzo de 2012
The end of the world
Mientras Matthew Bellamy cantaba “And this is the end… the end… of the world” pensé en que así era, y de repente todo a mi alrededor pareció arder en llamas, caerse a pedazos, en ruinas. Y me pregunto por qué me imagino un fin del mundo que arde hasta que todo queda reducido a cenizas… sobre todo cuando en estos días la tendencia parece ir más hacia un fin en el que todo es aplastado por la presión de montones y montones de agua.
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Anoche tuve un sueño
Soñé con un jardín mágico, que era igual que en el libro… pero no puedo recordar cual libro. Entonces tomé de la mano a un joven, creo que era el autor, o su hijo, o su descendiente y le demostré que era cierto, que todo lo del libro existía en el jardín, que los árboles caminaban solos, los teclados descifraban los nombres que queríamos escribir, aún antes de que los conociéramos, aun cuando presionáramos teclas al azar. La luz era extraña y nadie iba al jardín, porque preferían el parque de diversiones detrás del muro. Había cardos, aunque no sé lo que son, y flores que crecían como enredaderas por una construcción de madera vieja y grisácea de lo que creo antes era una casa. Sé que amanecía, o atardecía, porque las luces del parque de diversiones se veían por encima del muro, alumbrando débilmente en contraste con el cielo que era entre azul y gris.
Intentamos convencer a las personas de ir al jardín, de que el jardín era maravilloso, pero no recuerdo si lo logramos.
Intentamos convencer a las personas de ir al jardín, de que el jardín era maravilloso, pero no recuerdo si lo logramos.
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Sueño
Randomness II
Half-lucid dreaming
Todo es como un juego absurdo en el que las reglas se van inventando en el camino, cada puerta es mitad abismo, siempre en una especie de persecución, a veces terrorífica, a veces cómica. Qué estoy haciendo? esto no puede ser sano...sigo estando en mi cabeza? las campanas suenan como millones de gatos en los tejados, mientras las sombras se escurren en las esquinas, donde apenas puedo verlas. Este sueño tiene que acabar pronto, ya no me acuerdo donde dejé el aire.
El viento
El viento, ¿qué puedo decir del viento? ¿Que cuando sopla, y me quita el pelo de los ojos siento que me quitara el peso de mis demonios? ¿Qué me llena de escalofríos cuando toca mi piel mojada? ¿Qué me encanta cuando juega con mi camisa?...tal vez solo diga que cuando sopla me tira recuerdos a la cara, que me hace detestar la gravedad que me impide emprender el vuelo, o que me hace olvidar la vida fuera de mi cabeza… pero si he de decir algo del viento, que no sea que me trae tus palabras... o más bien tu silencio.
cComiendome esta galleta me siento un poco como alguien que solía ser.
Todo es como un juego absurdo en el que las reglas se van inventando en el camino, cada puerta es mitad abismo, siempre en una especie de persecución, a veces terrorífica, a veces cómica. Qué estoy haciendo? esto no puede ser sano...sigo estando en mi cabeza? las campanas suenan como millones de gatos en los tejados, mientras las sombras se escurren en las esquinas, donde apenas puedo verlas. Este sueño tiene que acabar pronto, ya no me acuerdo donde dejé el aire.
El viento
El viento, ¿qué puedo decir del viento? ¿Que cuando sopla, y me quita el pelo de los ojos siento que me quitara el peso de mis demonios? ¿Qué me llena de escalofríos cuando toca mi piel mojada? ¿Qué me encanta cuando juega con mi camisa?...tal vez solo diga que cuando sopla me tira recuerdos a la cara, que me hace detestar la gravedad que me impide emprender el vuelo, o que me hace olvidar la vida fuera de mi cabeza… pero si he de decir algo del viento, que no sea que me trae tus palabras... o más bien tu silencio.
cComiendome esta galleta me siento un poco como alguien que solía ser.
domingo, 12 de febrero de 2012
Curioso...(I)
Un día
Juan estiró los brazos sobre su cabeza y se inclinó hacia atrás sobre el respaldo de la silla; por fin había terminado de calificar los últimos exámenes, eran más de las ocho y cuarenta de la noche, y era inaceptable que estuviera todavía en la oficina, más cuando tenía planes para las nueve con su novia… era martes, así que sería cena, tal vez una película y con algo de suerte incluso sexo antes de tener que llevarla de vuelta a su casa al otro lado de la ciudad… tener que llevarla siempre se le hacía más que insoportable, pero quejarse al respecto podría llegar a interpretarse como una propuesta de cambio de domicilio, ¿qué tal si terminaba pensando en vivir con él? No podía arriesgarse a plantarle semejante idea en la cabeza.
Apagó el computador, se levantó y se estiró otro tanto, mirando el calendario sobre su escritorio y pensando en todo lo que todavía faltaba para el final de semestre…ah el tedio… recogió sus cosas y apagó la luz, cerró la puerta y cruzó el corredor entre los bloques doce y once, sin molestarse en sacar una sombrilla, estaba lloviendo a cántaros, pero los arboles retenían la mayor parte de agua y el espacio entre los bloques era demasiado corto como para justificar el esfuerzo.
Jugaba con las llaves mientras subía las escaleras del bloque once, en dirección a la oficina en la que tenía que entregarlas, tal era la falta de confianza en los profesores de esa universidad pública que ni siquiera tenía derecho a las llaves de su propia oficina. Su carro se encontraba en el otro extremo de la universidad, como era de esperarse en un día lluvioso, así que antes de abandonar el resguardo del bloque once sacó su sombrilla, ridículamente diminuta pero sorprendentemente eficiente – un regalo de su novia, por supuesto – y se sumergió en la densa pared de agua en la que se había convertido la lluvia en los pocos minutos que le había tomado subir y bajar un piso para entregar las llaves.
Caminó lo más rápido que pudo, lamentando el hecho de que, aunque la parte superior de su cuerpo estaba seca, no había nada que hacer por los zapatos de tela que no hacían más que absorber el agua directamente hacia sus medias que cada vez parecían más a diminutas esponjas.
Al alcanzar el bloque más cercano al parqueadero, se detuvo para contestar su teléfono, logró ver que eran las nueve y diez y que era Laura, su novia, la que estaba llamando, justo en el momento en que su celular daba un quejido lastimero antes de descargarse por completo.
-Excelente, justo lo que faltaba- dijo con voz irritada al corredor desierto que tenía en frente. Un gato, sentado junto a la pared izquierda, debajo del teléfono público, lo miró con desdén, se levantó y tras una última mirada, se perdió en la oscuridad de un salón adyacente.
-hasta el gato se está burlando de mi hoy, es mejor que llame a Laura, antes de que le dé un ataque de histeria- dijo nerviosamente al corredor vacío, la universidad se le hacía tétrica sin los montones de personas que pululaban en cada rincón durante el día y hablar en voz alta le daba un tanto de tranquilidad, como si sus palabras pudieran llenar los rincones oscuros.
Se acercó al teléfono público y marcó el celular de Laura.
-¿Dónde estás?- respondió ella a modo de saludo –llevo veinte minutos en este restaurante como una boba y tengo mucha hambre-
-Se me pasó el tiempo calificando y se me descargó el celular, ya voy para allá- dijo él con la absoluta certeza de que iba a necesitar muchas monedas para la cantidad de cantaleta que seguramente se había ganado con esa excusa, o más bien con la falta de una buena excusa.
-Ah, las cosas siempre son así con voz, ¿por qué no me llamaste antes para no perder la venida? ¿Qué voy a hacer yo ahora, comer sola? El mesero ya me está mirando con lástima, ¡y vos tan tranquilo allá! ¡Claro, es que como vos pensás que yo no tengo nada más que hacer que esperar a ver si vos apareces, a ver si es que se te da la gana de cumplir con lo que decís que vas a hacer! Qué cosa más aburridora, todas las veces soy yo, al otro lado de la ciudad, estancada, porque vos siempre tenés que poner todo primero que yo, yo nunca soy prioridad, ¡¿cómo es que yo siempre acabo de hacer mi trabajo y llego a tiempo a esperarte horas hasta que te dignes a venir?! yo no puedo seguir así, pues, decime a ver cómo vamos a hacer con…
Juan ya no escuchaba el discurso gastado de Laura, era como un recital programado sin querer, para cada día que decidían encontrarse en semana. Se puso a jugar quitando pedacitos del ladrillo resquebrajado en el que estaba clavado el soporte del teléfono, esperando a que llegara el final de la perorata insoportable de su novia, la que siempre terminaba con… voy a comprar comida para llevar y te espero en mi casa… en ese momento se dio cuenta de que había un papelito cuidadosamente doblado y escondido en uno de los agujeros del ladrillo. El papel era claramente un recorte de cuaderno, demasiado pequeño para ser un examen enterrado con odio en la pared, a modo de venganza por alguna mala nota, como era el caso de la mayor parte de papeles doblados entre las piedras que decoraban gran parte de las paredes en la universidad.
Alargó el dedo por detrás del teléfono, intentado sacar el papel, pero solo parecía estar enterrándolo más en la ranura. Después de luchar al menos quince minutos para desenterrar el papelito, logró sacarlo justo en el momento en el que Laura casi gritaba en la bocina un enojado
- ¡¿Me estás escuchando?!-
-Sí, sí, pero ¿por qué no mejor hablamos ahora en tu casa?- dijo juan intentado ponerle una nota de arrepentimiento a su voz.
- ¡No me estabas escuchando nada! – Gritó Laura – te acabo de decir que no te voy a esperar en mi casa, me voy a la casa de Clara a comer con ella y vos verás que haces. Yo ya no me aguanto este jueguito tan pendejo, yo no voy a hacer todo en esta relación, si no tenés intenciones de hacer ningún esfuerzo, entonces mejor ni me llames y dejamos las cosas así!
Colgó..? - pensó juan asombrado con el resultado inesperado de la situación a la que ya se había acostumbrado tanto que le parecía parte de la rutina de su relación con Laura… no sabía si estaba aburrido o aliviado.
Colgó el teléfono y se quedó parado un par de minutos, sin saber qué hacer. Entonces se acordó del papelito, y decidió dejar el drama de su vida para otro momento. Desdobló el papelito con cuidado y se encontró con cuatro líneas apretujadas en letra diminuta:
Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real.
Jorge Luis Borges
La nota se le hizo curiosa, le recordaba un artículo de neurología que había leído en la mañana y por alguna razón no le parecía que quien hubiera dejado el papelito hubiera escrito esas palabras en sentido figurado, sino literal, como si estuviera hablando de algo específico, y no de un cuestionamiento existencial barato… de repente se preguntó que sabía el dueño del papelito y una ansiedad de saber más le hizo cosquillear la punta de los dedos.
Sacó su libreta y arrancó un pedacito de papel, más o menos del mismo tamaño y luego de guardar el que se había encontrado, escribió:
Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día.
John Lennon
Dobló el papelito con cuidado y lo puso en el lugar del original. Tenía la esperanza irracional de que tal vez el mensajero del teléfono decidiera seguirle la corriente y le revelara sus secretos. Era más que posible que el mensajero ya se hubiera graduado, que no estuviera en la universidad y que el papelito hubiera estado escondido ahí por décadas, o incluso que el mensajero fuera un estudiante sin ningún secreto maravilloso que revelar, alguien que hubiera puesto el papelito un día, solo porque se estaban demorando mucho en contestarle y no tenía nada más que hacer... o algo… Pero aun así, no podía dejar de pensar en la posibilidad de que el mensajero pudiera responder a su inexplicable búsqueda repentina del secreto de la realidad.
Juan estiró los brazos sobre su cabeza y se inclinó hacia atrás sobre el respaldo de la silla; por fin había terminado de calificar los últimos exámenes, eran más de las ocho y cuarenta de la noche, y era inaceptable que estuviera todavía en la oficina, más cuando tenía planes para las nueve con su novia… era martes, así que sería cena, tal vez una película y con algo de suerte incluso sexo antes de tener que llevarla de vuelta a su casa al otro lado de la ciudad… tener que llevarla siempre se le hacía más que insoportable, pero quejarse al respecto podría llegar a interpretarse como una propuesta de cambio de domicilio, ¿qué tal si terminaba pensando en vivir con él? No podía arriesgarse a plantarle semejante idea en la cabeza.
Apagó el computador, se levantó y se estiró otro tanto, mirando el calendario sobre su escritorio y pensando en todo lo que todavía faltaba para el final de semestre…ah el tedio… recogió sus cosas y apagó la luz, cerró la puerta y cruzó el corredor entre los bloques doce y once, sin molestarse en sacar una sombrilla, estaba lloviendo a cántaros, pero los arboles retenían la mayor parte de agua y el espacio entre los bloques era demasiado corto como para justificar el esfuerzo.
Jugaba con las llaves mientras subía las escaleras del bloque once, en dirección a la oficina en la que tenía que entregarlas, tal era la falta de confianza en los profesores de esa universidad pública que ni siquiera tenía derecho a las llaves de su propia oficina. Su carro se encontraba en el otro extremo de la universidad, como era de esperarse en un día lluvioso, así que antes de abandonar el resguardo del bloque once sacó su sombrilla, ridículamente diminuta pero sorprendentemente eficiente – un regalo de su novia, por supuesto – y se sumergió en la densa pared de agua en la que se había convertido la lluvia en los pocos minutos que le había tomado subir y bajar un piso para entregar las llaves.
Caminó lo más rápido que pudo, lamentando el hecho de que, aunque la parte superior de su cuerpo estaba seca, no había nada que hacer por los zapatos de tela que no hacían más que absorber el agua directamente hacia sus medias que cada vez parecían más a diminutas esponjas.
Al alcanzar el bloque más cercano al parqueadero, se detuvo para contestar su teléfono, logró ver que eran las nueve y diez y que era Laura, su novia, la que estaba llamando, justo en el momento en que su celular daba un quejido lastimero antes de descargarse por completo.
-Excelente, justo lo que faltaba- dijo con voz irritada al corredor desierto que tenía en frente. Un gato, sentado junto a la pared izquierda, debajo del teléfono público, lo miró con desdén, se levantó y tras una última mirada, se perdió en la oscuridad de un salón adyacente.
-hasta el gato se está burlando de mi hoy, es mejor que llame a Laura, antes de que le dé un ataque de histeria- dijo nerviosamente al corredor vacío, la universidad se le hacía tétrica sin los montones de personas que pululaban en cada rincón durante el día y hablar en voz alta le daba un tanto de tranquilidad, como si sus palabras pudieran llenar los rincones oscuros.
Se acercó al teléfono público y marcó el celular de Laura.
-¿Dónde estás?- respondió ella a modo de saludo –llevo veinte minutos en este restaurante como una boba y tengo mucha hambre-
-Se me pasó el tiempo calificando y se me descargó el celular, ya voy para allá- dijo él con la absoluta certeza de que iba a necesitar muchas monedas para la cantidad de cantaleta que seguramente se había ganado con esa excusa, o más bien con la falta de una buena excusa.
-Ah, las cosas siempre son así con voz, ¿por qué no me llamaste antes para no perder la venida? ¿Qué voy a hacer yo ahora, comer sola? El mesero ya me está mirando con lástima, ¡y vos tan tranquilo allá! ¡Claro, es que como vos pensás que yo no tengo nada más que hacer que esperar a ver si vos apareces, a ver si es que se te da la gana de cumplir con lo que decís que vas a hacer! Qué cosa más aburridora, todas las veces soy yo, al otro lado de la ciudad, estancada, porque vos siempre tenés que poner todo primero que yo, yo nunca soy prioridad, ¡¿cómo es que yo siempre acabo de hacer mi trabajo y llego a tiempo a esperarte horas hasta que te dignes a venir?! yo no puedo seguir así, pues, decime a ver cómo vamos a hacer con…
Juan ya no escuchaba el discurso gastado de Laura, era como un recital programado sin querer, para cada día que decidían encontrarse en semana. Se puso a jugar quitando pedacitos del ladrillo resquebrajado en el que estaba clavado el soporte del teléfono, esperando a que llegara el final de la perorata insoportable de su novia, la que siempre terminaba con… voy a comprar comida para llevar y te espero en mi casa… en ese momento se dio cuenta de que había un papelito cuidadosamente doblado y escondido en uno de los agujeros del ladrillo. El papel era claramente un recorte de cuaderno, demasiado pequeño para ser un examen enterrado con odio en la pared, a modo de venganza por alguna mala nota, como era el caso de la mayor parte de papeles doblados entre las piedras que decoraban gran parte de las paredes en la universidad.
Alargó el dedo por detrás del teléfono, intentado sacar el papel, pero solo parecía estar enterrándolo más en la ranura. Después de luchar al menos quince minutos para desenterrar el papelito, logró sacarlo justo en el momento en el que Laura casi gritaba en la bocina un enojado
- ¡¿Me estás escuchando?!-
-Sí, sí, pero ¿por qué no mejor hablamos ahora en tu casa?- dijo juan intentado ponerle una nota de arrepentimiento a su voz.
- ¡No me estabas escuchando nada! – Gritó Laura – te acabo de decir que no te voy a esperar en mi casa, me voy a la casa de Clara a comer con ella y vos verás que haces. Yo ya no me aguanto este jueguito tan pendejo, yo no voy a hacer todo en esta relación, si no tenés intenciones de hacer ningún esfuerzo, entonces mejor ni me llames y dejamos las cosas así!
Colgó..? - pensó juan asombrado con el resultado inesperado de la situación a la que ya se había acostumbrado tanto que le parecía parte de la rutina de su relación con Laura… no sabía si estaba aburrido o aliviado.
Colgó el teléfono y se quedó parado un par de minutos, sin saber qué hacer. Entonces se acordó del papelito, y decidió dejar el drama de su vida para otro momento. Desdobló el papelito con cuidado y se encontró con cuatro líneas apretujadas en letra diminuta:
Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real.
Jorge Luis Borges
La nota se le hizo curiosa, le recordaba un artículo de neurología que había leído en la mañana y por alguna razón no le parecía que quien hubiera dejado el papelito hubiera escrito esas palabras en sentido figurado, sino literal, como si estuviera hablando de algo específico, y no de un cuestionamiento existencial barato… de repente se preguntó que sabía el dueño del papelito y una ansiedad de saber más le hizo cosquillear la punta de los dedos.
Sacó su libreta y arrancó un pedacito de papel, más o menos del mismo tamaño y luego de guardar el que se había encontrado, escribió:
Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día.
John Lennon
Dobló el papelito con cuidado y lo puso en el lugar del original. Tenía la esperanza irracional de que tal vez el mensajero del teléfono decidiera seguirle la corriente y le revelara sus secretos. Era más que posible que el mensajero ya se hubiera graduado, que no estuviera en la universidad y que el papelito hubiera estado escondido ahí por décadas, o incluso que el mensajero fuera un estudiante sin ningún secreto maravilloso que revelar, alguien que hubiera puesto el papelito un día, solo porque se estaban demorando mucho en contestarle y no tenía nada más que hacer... o algo… Pero aun así, no podía dejar de pensar en la posibilidad de que el mensajero pudiera responder a su inexplicable búsqueda repentina del secreto de la realidad.
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Tales
jueves, 9 de febrero de 2012
tell a tale
Voy caminando y las botas hacen ruido, está atardeciendo más rápido de lo esperado, pero siempre es así cuando llueve. Todo está en silencio, no se ve a nadie, y yo camino, en este lugar al que nunca voy y en el que solo busco. Me gusta la acera en la que camino, tiene moho y hierbas saliendo por los bordes, ¿será que encuentro lo que busco? Alguien va caminando detrás de mí, y mi paranoia despunta, este lugar tan solitario, este día tan frío, seguro alguien quiere hacerme daño.
Randomness
A veces cuando escribo me siento un poco insegura, si miro a mis manos y ellas siguen haciendo lo suyo, presionando teclas en orden, con propósito. Unas uñas moradas que claramente no pueden ser mías se mueven sin detenerse, las miro y me sorprendo de que se muevan, de que haya una conexión, de que todo suceda…son mis manos? Parece que no me pertenecieran.
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